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Vista

El sistema visual de las aves diurnas está muy desarrollado, especialmente en las rapaces cuya agudeza visual es entre dos y tres3 superior a la del ser humano. Un ejemplo: el hombre tiene 20000 conos por mm² mientras que un busardo ratonero tiene 100000, es decir, 5 veces más. Los conos son células sensibles a la luz que se encuentran situadas en la retina de los vertebrados, en la llamada capa fotorreceptora (también se conoce como capa de conos y bastones). Estas células fotorreceptoras (conos) permiten diferenciar los colores primarios (azul, rojo y verde) y sus derivados, y por lo tanto son las responsables de la visión en color. El lugar donde mayor es la cantidad de estos conos es en la fóvea, la zona central de la retina, y su número va descendiendo a medida que nos acercamos a la periferia. Así pues, la fóvea es la parte del ojo que permite la visión en detalle.

La diferencia entre la visión de las aves y la nuestra es que, mientras que nosotros sólo somos capaces de percibir la luz visible, las aves también pueden captar el espectro ultravioleta, con lo que son capaces de apreciar una gran cantidad de colores que pasan inadvertidos para nosotros. Esto les permite, por ejemplo, encontrar alimento en situaciones y lugares donde a nosotros se nos pasaría por alto. Sin embargo, esta capacidad visual solo es inherente a las aves diurnas, ya que en el caso de las nocturnas la cosa cambia significativamente, pues en estas especies la densidad de receptores de color (conos) es baja y lo que tienen en cambio es una gran cantidad de bastones, que son las células fotorreceptoras responsables de la visión con luz tenue, y que también se encuentran en la retina.

El ojo de un ave tiene, además de los dos párpados, la membrana nictitante, que es una especie de tercer párpado que funciona de un lado a otro, desde el ángulo interno al externo, y cuya función es limpiar la superficie del globo ocular.

La posición que ocupan los ojos en la cara varía según la especie, la posición más común es la que tienen los ojos en los lados de la cara, lo que les permite tener un área visual muy amplia. Muchas aves observan objetos cercanos con un solo ojo, de modo que en estos casos utilizan una visión monocular. Sin embargo, este tipo de visión muestra deficiencias con respecto a la visión binocular en cuanto a la percepción de profundidad y tridimensionalidad, por lo que el ave para corregir la pobre percepción tridimensional necesita inclinar y mover la cabeza hacia arriba y hacia abajo.

Otras especies, como búhos y lechuzas, tienen los ojos situados frontalmente, con gran cantidad de bastones, que les permite tener visión estereoscópica para localizar a sus presas. El ojo del ave muestra una admirable adaptación telescópica para las diferentes distancias a que pueden encontrarse los objetos. La gran agudeza visual de las aves se manifiesta por la presencia de estructuras especiales en la retina, como son las "áreas", zonas de máxima concentración de células visuales, y las "fóveas", que son adelgazamientos de la retina que sólo presentan conos.

Proporcionalmente las aves tienen los ojos más grandes que los mamíferos; Un ejemplo: el tamaño del ojo en el hombre supone el 1% de su volumen craneal, mientras que en un estornino dicho volumen equivale al 15%. Pero esto conlleva unas limitaciones en la movilidad de los mismos, de modo que, salvo algunas excepciones como el cormorán grande, apenas pueden mover los ojos.

 

Oído

El oído también goza de gran eficacia, sobre todo en las especies de costumbres nocturnas. Los oídos son simples orificios, sin pabellón externo, que están protegidos por las coberteras auriculares, las cuales están controladas muscularmente permitiendo guiar los sonidos hacia el canal auditivo. Están situados detrás de los ojos, salvo en los casos de la chocha perdiz y la agachadiza que los tienen debajo. Pero es en las especies nocturnas en las que el oído está desarrollado en grado sumo. En las estrigiformes son muy grandes, presentando en el exterior notables repliegues de piel. En las aves acuáticas también existen dichos repliegues de piel, pero en estos casos sirven para cerrar el conducto auditivo cuando se zambullen y de esa forma evitar daños en el oído por la presión del agua.

 

Olfato

El sentido del olfato no está muy desarrollado en las aves, salvo en algunas excepciones como aves marinas, piscívoras o carnívoras que se sirven de él para localizar el alimento. Las "narinas" (cada uno de los orificios nasales externos) se abren siempre en el pico. En algunas especies (las palomas por ejemplo) las aberturas nasales se encuentran en un abultamiento llamado cera. Por lo general los orificios nasales se encuentran en la base del pico, aunque hay especies, como la grulla, que lo tiene situado hacia la mitad, o incluso en la punta (como es el caso del kiwi). 

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