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Podemos definir al ave como un vertebrado provisto de pico, cuyo cuerpo está revestido de plumas, y sus extremidades anteriores transformadas en alas. Puede haber aves con las alas atrofiadas, pero ni a una sola le falta el pico.

El número de vértebras cervicales es variable en las aves, aunque en ningún caso no bajan de 9, a diferencia de los mamíferos que suelen ser por lo general 7 (en otras especies especies, como el cisne por ejemplo, el número de vértebras es de 23). Las vértebras dorsales están soldadas entre sí, y las costillas se apoyan unas en otras, lo que da lugar a un sólido caparazón que protege los órganos internos durante el vuelo. El esternón se prolonga en un hueso saliente llamado quilla, en donde se encuentran los músculos que accionan las alas. Las clavículas están unidas por delante, para que las alas puedan moverse al mismo tiempo y así posibilitar el vuelo. A pesar de la modificación de los miembros anteriores, el esqueleto de las aves es muy similar al de los mamíferos.

Muchos de los huesos son huecos y están rellenos de aire. El conjunto óseo está íntimamente relacionado con el aparato respiratorio, el cual presenta además de los pulmones (que aprovechan entre el 60 y el 65 por ciento del oxígeno, frente al 20-25 por ciento aprovechado por el hombre) los sacos aéreos, que son unas prolongaciones de los pulmones que envuelven los distintos órganos y penetran en los huesos, contribuyendo así a reducir el peso específico del ave. Los sacos aéreos juegan un papel importante en la respiración del ave.

Las patas se componen de pierna, tarso y dedos. La pierna formada por la tibia con el peroné soldado; el tarso, casi siempre largo; y los dedos, que por lo general son cuatro y cuya última falange está rematada por la uña, que es una placa córnea. La disposición más común de los dedos de un ave son tres anteriores (interno, medio y externo) y uno posterior (pulgar), aunque hay especies como los picos que son zigodáctilas, esto es, tienen dos dedos dispuestos hacia adelante y otros dos hacia atrás (dedos interno y medio hacia adelante y dedos externo y pulgar hacia atrás); en otras, el dedo externo puede dirigirse hacia delante o hacia atrás. En algunas especies (patos, por ejemplo) los dedos están unidos entre sí por una membrana interdigital que les permite impulsarse cuando nadan; otras aves acuáticas tienen los dedos lobulados, que les facilita moverse sobre las plantas acuáticas.

El estómago en las aves se reduce a una simple dilatación denominada ventrículo subcenturiado, y en el esófago se encuentra una bolsa, que es el buche, en la que se reblandece el alimento para su posterior paso a la molleja, donde gracias a unas paredes fuertemente musculosas es triturado.

Las aves son animales homeotermos cuya temperatura corporal es de 38-44°C, dependiendo del grado de actividad del individuo. Su corazón es muy grande (en algunas especies representa el 10% del peso corporal total) y está dividido en cuatro cavidades: aurícula derecha, aurícula izquierda, ventrículo derecho y ventrículo izquierdo; la arteria aorta está encorvada hacia el lado derecho, a diferencia de los mamíferos que está hacia el lado izquierdo.

La dermis carece de glándulas sudoríparas. La mayoría de las aves para cuidar y conservar el plumaje protegiéndolo del agua se sirven de una glándula situada en la rabadilla (glándula uropigial), cuya secreción grasa se distribuye por todo el plumaje ayudándose del pico. Esta es la única glándula cutánea existente en las aves, y no en todas, pues hay especies que la tienen atrofiada o incluso carecen de ella.

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